miércoles, 18 de octubre de 2017

Gatas



Gabriela Cruz Valdés
Ilustración de la autora


Durante seis noches, creamos una ópera nocturna. Cada movimiento con Ray estaba acompañado por un grito mío y los maullidos de ellas, quienes saltaban a la azotea mientras él y yo nos arrancábamos la ropa y nos revolcábamos en donde fuera.
    La sexta noche fue de cuarto menguante. Grité, jadeé y gemí con fuerza. Ray sudó en su intento por llegar. La melodía de las felinas me motivó, entonces empujé. Empujé hasta alcanzar el máximo falsete que se unióa los maullidos en celo, en un cierre engalanado por el brillo lunar que se coló entre las cortinas delahabitación.
   –¡Putas gatas! ¡Cómo las odio! –gritó Ray. Me aventó y salió.
   Después, una cerca electrificada interrumpió la temporada.
   He trepado al techo. Dejo que el camisón de satín azul se deslice mientras camino descalza. La noche es cálida y el ligero viento me acaricia mientras voy acomodándome bocarriba. Mis dulces felinas llegan. Una a una, van mojando cada parte de mi cuerpo con su pequeña lengua.
   Con una mano adentro y la otra sintiendo su suave pelo, con el reflejo de la Luna que dilata mis pupilas, me uno a la sinfonía amorosa de las gatas.
   Lo siento, Ray, tenía que quitar la cerca.

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