jueves, 7 de diciembre de 2017

Misha




Hugo Jaciel Mendoza



(Foto proporcionada por el autor)

Misha no entendía por qué le pateaba el vientre y le reventaba a sus mininos en gestación. Ella, como otras tantas veces solo quería darle la bienvenida, juguetear con él, restregársele entre las piernas. Pero él había llegado malhumorado por un mal día de trabajo. Nunca esperó el duro golpe que le tronó las entrañas. Maullando, más de tristeza que de dolor, se refugió en un rincón y lamió sus tetillas que ya lactaban. Al día siguiente parió tres trozos de carne sanguinolenta que sacó de la placenta y lamió con dolor, con el dolor de parto prolongado en sus entrañas reventadas, con dolor de madre que nunca escuchó el miar de sus hijos. Al tercer día, estuvo al acecho esperando un descuido de su amo en la puerta que daba a la calle y que nunca se había atrevido a cruzar, esta vez la historia fue diferente.

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